lunes, junio 27, 2011

La fábrica de mazapán

¿Qué era lo que les unía? ¿Cuál era ese olor que ambos disfrutaron en esos instantes en que eran felices juntos? Se solían sentar frente a las puertas de acceso a la fábrica de dulces para contemplar el cambio de turno. Ese espacio de tiempo tan ajetreado y bullicioso era cada día tan idéntico, y a la vez diferente al día anterior, que se sentían inevitablemente atrapados por aquel poder hipnótico procedente de los movimientos acompasados de los trabajadores. Ese olor pudo ser aquella embriagadora fragancia a mazapán que la vieja factoría desprendía las semanas previas a las fiestas navideñas del año de su primer beso.

lunes, junio 20, 2011

El Mar de China

- ¿Y cuándo será el incendio? - El señor Mateo inquirió muy inocentemente.
- Cuando esté usted una semana sin venir al parque de bomberos. – dijo el Cabo.
El Sargento clavó una mirada en el Cabo que lo hizo estremecerse.
- Es la décima vez que lo pregunta. – musitó el Cabo.
- Podría ser su padre, Cabo, sin poder reconocer la cara de gilipollas de su hijo. ¡Vayan a limpiar los camiones ya! ¡Es una orden! Señor Mateo, venga aquí, demos un paseo y cuénteme de nuevo lo que ocurrió en aquel rescate en el Estrecho.
El anciano lo miró como si pudiera ver a través suyo unos segundos.
- No fue en el Estrecho, Sargento. Todo ocurrió en el Mar de China.

lunes, junio 13, 2011

Travieso arrepentido

Mario se despertó casi a cámara lenta. Nada le sobresaltó, no escuchó ningún ruido. Solo un tenue haz de luz que atravesaba la persiana llamaba la atención de sus vivarachos ojos. Le gustó aquel preciso y dulce instante. Buscó el botón para congelar el momento. “Lástima que ese malvado villano del Doctor Maligno lo desintegrara en su último ataque a mi fortaleza”. Soltó una corta y sincera carcajada mientras se deslizaba bajo las sábanas. Respiró profundamente y se relajó. Notó todo su cuerpo desplomado sobre el colchón, boca arriba, y la fina tela de algodón sobre él, moviéndose delicadamente al ritmo de su respiración. Susurró casi sin mover los labios, “hoy no joderé la marrana con la pelota, como dice mamá”.

lunes, junio 06, 2011

Testigo número uno, el chucho

Conducía rápido. Un perro cruzó la calle parsimonioso. Lo rozó. Le hubiera gustado atropellar a ese chucho. Miró por el retrovisor y vio cómo el animal estaba parado en la acera. Contemplaba el coche alejarse, con la lengua fuera. Olía a alquitrán y las ruedas parecían hundirse en el asfalto exhausto. El marcador de la gasolina hacía tiempo que se había instalado en el rojo. “Solo he podido hacer ochenta kilómetros”, pensó.
- ¡Mira que eres tacaño, pijo de mierda! – gritó girando su rapada cabeza al asiento trasero donde un tipo aterrado, con polo Ralph Lauren, luchaba por respirar amordazado.