lunes, octubre 31, 2011

Nos vamos de Mercurio

Neptuno era muy frío y Júpiter demasiado espacioso. Saturno te mareaba con sus anillos. El color de Marte no te gustaba. La Tierra, decías, “es muy corriente y vulgar, y además es peligrosa”. Nos vamos de Mercurio porque hay demasiada luz y no duermes bien. Pero creo que donde ahora nos dirigimos te va a encantar, porque su nombre te describe a la perfección, a ti mujer, divina belleza.

lunes, octubre 24, 2011

Ya no queda nada

No pudo evitar mirar de reojo la puerta del apartamento. Desde que el cerrajero se fue, aquel pequeño arañazo no dejaba de aparecer en su retina, ahí, en ese almacén de imperfecciones. Se amontonó junto al florero que su madre colocó en el lado equivocado de la mesa. Justo frente a ese trozo de papel higiénico abandonado en el fondo del inodoro por la última chica que quiso pasar la noche allí y que creía que iba bien maquillada. Ya no quedan chicas para dar portazos. Ya no quedan cerrajeros como los de antes.

lunes, octubre 17, 2011

Indefensa

Vigesimoséptimo día de tiempo gris y revuelto. Vuelve a oler a putrefacción. Ayer las urracas se llevaron lo que quedaba de las tripas de la solidaridad. Hoy los buitres planean impacientes. Se acercan a su preciado botín. Aún está viva. No esperarán a que muera. La indefensa dignidad agoniza, triste, muy triste.

lunes, octubre 10, 2011

Primos lejanos

Hablan. Se miran y ríen. Uno es muy moreno, el otro rubio. Diría que tienen la misma edad. Seguro que son familia, pero lejana. No bromean como si fueran amigos. Hay cariño. Cariño fraternal. Uno de ellos, el rubio, se rasca la espalda. Los músculos de su brazo se marcan con fuerza. Mientras, el moreno se pasa la mano por el pelo y éste cae sobre su frente de manera sensual. De pronto pienso en mí misma con ambos en mi habitación. Enrojezco. Pienso que notarán que estoy mojada. 

lunes, octubre 03, 2011

Horizonte

El cielo se confunde con el mar en el invisible horizonte, también lejano, inalcanzable, difuso, peligroso, tentador, cruel, hipnótico. Allí asomas con sonrisa maliciosa. Me hago el tonto. Desapareces. Cojo de nuevo el catalejo y te busco. Escribo mentalmente tu nombre en la espuma de una ola, que en unos segundos se rompe con violencia. Cierro los ojos para no verlo. Grito como nunca antes lo hice.