– ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Ya vienen!
Kabuk y Ukran entran en la aldea
oliendo vítores y salivando venganza. Traen otra de sus presas. Un vigía de los
pueblos del sur, dicen. Todos se agolpan a su alrededor mientras lo desmiembran
salvajemente.
–Mamá, esta vez quiero el corazón.
–Ya veremos Kut. –le dice mientras
remueve el guiso, en espera de la carne del vigía.
– ¡Por favor! Ayer, al masticar los ojos de
aquella chica, pude sentir su horror cuando vio a Ukran sacar su cuchillo. Fue
fascinante. No puedo esperar más para ver si este guerrero estaba enamorado.