lunes, noviembre 28, 2011

Tinta

La tinta corre por el papel como si la persiguiera el diablo. No mira hacia atrás. Piensa que si va rápido tendrá tiempo de escribir todo lo que necesita antes de agotarse. Le aterroriza siquiera imaginar cuando la pluma raye el papel anunciando su final. Pero le excita y alboroza recordar cuando aquella niña, con mirada intensa y determinación, le hizo recorrer trazados tan vertiginosos, tan impredecibles y desconocidos. Se emociona entre garabatos. En la hoja queda un pequeño borrón en forma de sonrisa, justo antes de que la línea se apague de forma entrecortada, resistiéndose.

lunes, noviembre 21, 2011

Acordonada

Llegó la sexta patrulla de policía, con las sirenas aullando, como les habían ordenado. La misma sorpresa que en las anteriores apareció en sus caras. La calle ya estaba acordonada. Decenas de coches permanecían atascados, impacientes, a la espera de que la retirasen. La muchedumbre comentaba.
La elefanta dormía en mitad de la calzada. Soñaba. Lo hacía con agua limpia que lanzaba al aire con la trompa para refrescarse, con hierba fresca en una inmensa y apacible pradera, sin rastro alguno de payasos, trapecistas o encantadores de serpientes, peligrosos embaucadores todos ellos, hasta donde se le perdía la vista.

lunes, noviembre 14, 2011

Aristas imperfectas

Contempló su obra desde cerca. Limó esa puñetera arista un poco más y dio un paso atrás. Frunció el ceño y ladeó la cabeza, despacio. Asió el martillo que tenía a mano y lo estampó con violencia contra ella. Se hizo mil pedazos, aunque no tantos como los esparcidos desde el lado izquierdo de su pecho. Cogió de nuevo el cincel y se juró, por enésima vez, no parar hasta conseguir que le dijera te quiero con los ojos.

lunes, noviembre 07, 2011

H-437

Mis dedos se retuercen hasta una posición inverosímil y mi pierna derecha se confunde con la izquierda, del revés. Es lo que suele ocurrir cuando se viaja a través del agujero de gusano H-437, el más prolongado de este cuadrante de la galaxia. No acabo de acostumbrarme a ello.
Cuando llegue a casa todo habrá cambiado mucho. Trato de pensar en otra cosa y vuelvo a tararear en mi mente “How to disappear completely”, de Radiohead. Soy consciente de que mis hijos aún no recordarán momentos junto a mí que yo ya viví. Anhelo volver a ver sus limpias lágrimas brotar cuando escuchen esa canción de nuevo por primera vez, aquella noche, en aquel concierto.