- Tomaré pescado, tengo que mantenerme en forma.
- Tenemos mero en el menú señor.
- Perfecto.
Cuando llegó mi segundo, miré el plato y tomé el primer bocado. Suspiré. Llamé al camarero.
- Disculpe. Esto es emperador. Usted me dijo que tenían mero.
- No señor, es mero.
- Perdone que insista, es emperador.
- Es mero señor. O eso nos dijo el pescadero -. Rió.
Fue entonces señor juez cuando, en defensa propia y del bien común, quemé ese puto restaurante.