El hombre árbol está taciturno como de costumbre. A pesar de ser de hoja perenne, su aspecto es decaído. Tiene ganas de llorar; tendrá que esperar a que llueva para hacerlo. Ve a su amor soñado frente a él todas las tardes de sol, una pequeña y presumida flor de jara cuyo polen se disputan los más apuestos abejorros. No puede abrazarle, sus articulaciones están agarrotadas, y no puede decirle cuánto la quiere con su boca sellada con resina, calentura de su desamor. Le contaría todo sobre las cosas maravillosas que hay más allá y que sólo él en ese pequeño paraje, con su altura, puede contemplar. Los amaneceres, esperanzadores; los atardeceres, intensos, melancólicos; las estrellas, fieles, honestas, multitud; las grullas, alegres, viajeras. Cosas que su pequeña flor de jara siquiera imagina.
Le diría que es aún más bonita que todo eso y que se dejaría talar para caer, lentamente, a su lado.
Otra perfección como la anterior.¡Gracias!
ResponderEliminarSigue así, por favor...
Me emociono…con que sutileza escribes!!! Tu potencial emerge…
ResponderEliminarFelicidades!!!
Gracias mil Anónimo y Anónimo. Seguiremos con ello y más proyectos. ¡Verás tú!
ResponderEliminarDelante no es suyo. Es delante de él.
ResponderEliminarDices la palabra: la dices. Dices el dicho: lo dices. Dices a alguien: le dices.
ResponderEliminarAún así, me gusta lo que escribe, caballero.
Corregido. Gracias.
ResponderEliminar¡En la zona centro el leísmo y el laísmo nos traicionan continuamente!
Y muchas gracias por el piropo y dedicar un ratito por aquí.