domingo, mayo 05, 2013

#microcuentos que dejé volar

Qué paradójico, cuanto más intentaba huir más atractivo me parecía. Es algo que sólo mi hacha y yo acabamos comprendiendo.

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Resoplaba el paraguas, me arrancó el viento. Pasé a tu café, me diste una taza de hogar. Brillaste gozando, en la oscuridad.

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Llegué a él y por fin pude besar su tersa y suave piel, y su carne, firme. En ese instante deseé dejar de ser una vil cobra.

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Deambulaba por allí, desnudo, apartado de la vida conyugal por un problema de malversación de fondos púbicos.

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Yo estaba convencido de que ella no me amaba. Y me traicionó besándome suavemente al despertar, desprotegido. Hija de puta.

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Sus labios se rozaron. Seguían fríos, pero nunca antes habían creado esa combinación de ceros y unos. Lágrimas artificiales cayeron.

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En el infierno, mientras ardo, lamento el error que cometí al interponerme entre tu teléfono móvil y tú.