viernes, noviembre 15, 2013

La tarjeta

Hoy toca sellar.
Al fondo aparece un niño de unos cinco años que no duda en corretear en zigzag por la cola del paro en mi dirección. A su izquierda hombre gris, a su derecha chica lista, a su izquierda jaqueca, a su derecha esperanza, a su izquierda lamparones de café, a su derecha patas de gallo.
Se acerca rápido. Empiezo a distinguir su cara. Tiene colmillos largos, ojos completamente negros. Se fija en mí. Acelera. Izquierda, título de ingeniero, derecha, pechos de silicona, izquierda, resoplidos, derecha, risas tontas.
Se ha vuelto más grande. No deja de mirarme. Izquierda de derechas, derecha, promesas incumplidas. En su carrera roza a un hombre con sombrero ridículo. Éste se tambalea rígido y cae contra la chica de delante bajo un gran estruendo de cerámica rota. La chica también cae y se rompe contra el siguiente iluso. Es como un dominó, todos se rompen, todos gritan en silencio, todos se marchan a casa de vacío.
Ya no es un niño. Se para frente a mí. Me saca dos cabezas de altura. Saca un cuchillo teñido de rojo y me sonríe. Me meo encima. ¡Joder! ¡Otra vez sábanas nuevas!

domingo, octubre 06, 2013

Hambre atroz

Kut corre lo más rápido que puede, ansioso. Le falta el aire.
– ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Ya vienen!
Kabuk y Ukran entran en la aldea oliendo vítores y salivando venganza. Traen otra de sus presas. Un vigía de los pueblos del sur, dicen. Todos se agolpan a su alrededor mientras lo desmiembran salvajemente.
–Mamá, esta vez quiero el corazón.
–Ya veremos Kut. –le dice mientras remueve el guiso, en espera de la carne del vigía.
– ¡Por favor! Ayer, al masticar los ojos de aquella chica, pude sentir su horror cuando vio a Ukran sacar su cuchillo. Fue fascinante. No puedo esperar más para ver si este guerrero estaba enamorado.

jueves, agosto 01, 2013

#microcuentos que dejé volar (2)

Tras el minuto más largo de mi muerte, cegado por toda esa luz, vi la oscuridad al final del túnel, y volví a ti, amor, a tu puñalada.

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Lo peor del no mundo. Eso buscaba en la hoguera. El saltar a medias. El caer a plomo. Ascuas. El éxtasis.

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Se dejó caer, rendido, después de verla besar a otro. Y Blackie, el escarabajo pelotero, hizo su mejor bola de mierda con él.

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Mientras lame sus uñas, despacio, con una oreja gacha, piensa en lo sorprendentemente blando que resultó el ojo del perro del vecino.

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Trini loved speaking English y siempre iba con su padre a todas partes. Le llamaban Trini y Dad.

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La parcela de Marte y el DigiDOG te los metes por donde te quepa. ¡Pero el orgasmatrón ni lo toques, hijo de puta!

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Llega Moni, la de DHL. Recoge un paquete. Al irse me mira el mío.

domingo, mayo 05, 2013

#microcuentos que dejé volar

Qué paradójico, cuanto más intentaba huir más atractivo me parecía. Es algo que sólo mi hacha y yo acabamos comprendiendo.

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Resoplaba el paraguas, me arrancó el viento. Pasé a tu café, me diste una taza de hogar. Brillaste gozando, en la oscuridad.

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Llegué a él y por fin pude besar su tersa y suave piel, y su carne, firme. En ese instante deseé dejar de ser una vil cobra.

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Deambulaba por allí, desnudo, apartado de la vida conyugal por un problema de malversación de fondos púbicos.

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Yo estaba convencido de que ella no me amaba. Y me traicionó besándome suavemente al despertar, desprotegido. Hija de puta.

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Sus labios se rozaron. Seguían fríos, pero nunca antes habían creado esa combinación de ceros y unos. Lágrimas artificiales cayeron.

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En el infierno, mientras ardo, lamento el error que cometí al interponerme entre tu teléfono móvil y tú.