lunes, febrero 20, 2012

El cabo suelto

El silencio inundaba la estancia.
-Veo junto a su reloj unos números grabados en su piel.
-Sí, tenues, pero es legible. ¿El asesino nos quiere decir algo?
- ¡No nos quiere decir nada! ¡No hay asesino! ¡Hay una mujer atormentada que no pudo más! ¿Me has entendido?
-Está bien. Reportaré el suicidio... ¿dónde?
-Ya veremos.
En una hora la casa del juez estaba impoluta, como antes de la bacanal.
Pero unos ojitos seguían pegados a la rendija de la puerta del armario.

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