El pasillo es un bullicio de gente que
trata de estirar las piernas, de exhibirse mirando al infinito o de ver al
chico más guapo del avión. Como rayos de sol en Escocia aparecéis tú y tus
curvas iluminando mis ojos, cansados de tanto ejecutivo aburrido, de tanto
sudoku sin terminar. Con tus afiladas uñas, te lanzas al cuello del sobrecargo
justo cuando abre la puerta del piloto.
– ¿Qué haces? – grito, con el pasaje
paralizado a mi alrededor.
– ¡Llevemos este cacharro lejos!
¡Quiero besarte allí! – gritas con su yugular casi entre tus dientes,
quitándolo de en medio.
Me abalanzo sobre el piloto sin
pensarlo, empuñando la cucharilla del té.
– ¡Vamos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario